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Antonio Salinaspor Antonio Salinas      

               Los que me conocéis de hace tiempo sabéis que el voluntariado, el mantener una actitud positiva y de apoyo para los que me rodean, forma parte de mi concepto de vida. Desde que como Scout comencé a corretear montes y bosques hasta mi fase como voluntario de Protección Civil, dentro de la Agrupación de Granada, poco a poco fui entendiendo que el mantener esta actitud positiva hacia los demás y hacia nuestro entorno no solo reportaba beneficios inmediatos hacia el objeto de nuestra ayuda, sino que, en última instancia, nos los reportaba a nosotros mismos. Creo que esta forma de pensar, eminentemente colaborativa, puede ser en gran medida lo que nos ayude en estos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir. Nuestra sociedad, sus tiempos y ritmos, se empeña en hacernos pensar que somos individuos independientes, como cápsulas aisladas a las que no puede afectar nada. Pero no hay nada más lejos de la realidad. Nuestra vida está directamente influenciada por nuestro entorno, cercano y lejano, y todo lo que hagamos por mejorarlo redundará en nuestro beneficio. No es egoísmo. Es sentirnos parte de lo que nos rodea, actuar como células solidarias de un organismo mayor.

                  Os cuento todo este rollete porque cuando conseguí el título de buceador una de las primeras cuestiones que me plantee fue «No hay mucha gente que bucee. ¿Podría yo aportar algo como buzo?». Necesitaba que entendierais por qué me hago este tipo de preguntas.

                   Existen varios programas de voluntariado ambiental, pero buscando en la red encontré con que había uno que para su desarrollo necesitaba de la colaboración de buzos titulados. El programa, denominado POSIMED y coordinado por la Junta de Andalucía, trataba de cuantificar el grado de mejora o deterioro en las praderas de la posidonia oceánica. En aquel momento, recién sacado el Open Water, poco sabía de la importancia de esa plantita, a la que ni siquiera había visto, pero intuía que dado que era objeto de un seguimiento tan riguroso, por fuerza debía tratarse de un elemento de enorme trascendencia en la ecología de nuestras aguas.

                        Así pues esperé a tener el mínimo de inmersiones  exigidas (15) y me puse en contacto con los coordinadores del proyecto a través de la web de la Junta. No tardaron mucho en contestar, aunque me dijeron que para ese tiempo (septiembre de 2011)  «aún no se ha abierto el período de inscripción del mismo».  Esperé a primeros de  Junio de 2012, momento en el que volví a ponerme en contacto con la administración para ofrecernos como buzos. Nuevamente parecía que no había información sobre la campaña de 2012, aunque en algún lugar debió quedar mi correo por que el 14 de Junio de 2012 se puso en contacto conmigo Elena Díaz, Coordinadora del programa Life+Posidonia Andalucía. En este mensaje esperanzadoramente Elena nos comunicaba que ya había sido concedida la secretaría técnica del programa y por tanto en breve se iba a organizar la campaña del 2012, para la que tendrían en cuenta nuestra solicitud.

                Y a esperar. El 26 de Octubre recibí un mensaje de la Asociación Hombre y Territorio, que ostentaba la secretaría técnica del programa Posimed Andalucía. En este comunicado se nos decía que se había abierto el periodo de inscripción, así que procedimos a darnos de alta en el sistema.  No sería hasta principios de Diciembre que se volvieron a poner en contacto con nosotros para decirnos que habíamos sido seleccionados para participar en la prospección a realizar cerca de Carboneras, Almería, aprovechando los días festivos del puente de la Constitución.

               Por supuesto dijimos que sí. Celia pidió los permisos necesarios en el trabajo y nos lanzamos a participar en este proyecto. Esto nos permite ahora explicaros como es este programa, desde dentro y según nuestra propia experiencia. Pero empecemos por el principio.

Posidonia oceánica, la Pradera del Mediterráneo

     La posidonia (Posidonia oceanica) es una fanerógama marina autóctona de nuestro mar Mediterráneo y que solo se da en este.  Las fanerógamas, también llamadas espermatofitas, son plantas completas con raíces, hojas, flores y semillas. No son algas.

            Las fanerógamas marinas son por tanto plantas que, debido a los sinuosos caminos de la evolución, han sufrido las adaptaciones necesarias para poder habitar el medio marino. Para entendernos las fanerógamas marinas son a las plantas terrestres lo que los cetáceos son a los mamíferos.  La adaptación de la posidonia consistió en varias modificaciones que le permitían colonizar y prosperar en el medio marino:

  1. Su evolución eliminó los estomas, unos pequeños poros que tienen las plantas terrestres para intercambiar gases con la atmósfera (su respiración). Al estar sumergidas este método no era viable, por lo que se desarrolló un método alternativo para el intercambio de gases: se produjo un adelgazamiento en la cutícula de la planta para permitir el intercambio  de gases e iones entre el agua y la epidermis fotosintética de Posidonia.
  2. Su sistema de polinización  se modificó para que fueran las corrientes marinas, y no los insectos, las que trasportaran su polen.
  3. Por otro lado, y quizás la adaptación más importante, fue su capacidad para  prosperar en un medio tan salino (hiperhosmótico) como el medio marino, una adaptación radical desde el punto de vista de una planta terrestre.

           Como hemos dicho antes  Posidonia oceanica es endémica del mar Mediterráneo, no se da en otro lugar. Aunque su nombre científico hace referencia a los océanos, lo cierto es que esto se debe a un error de Linneo, quien confundió la muestra que le trajeron creyendo que procedía del Atlántico.

                Posidonia oceanica se considera una especia clonal, es decir,Haz de Posidonia Oceánica los diferentes individuos son genéticamente idénticos y procedentes de un antepasado común. La unidad anatómica se denomina haz, formado por un conjunto de hojas y un rizoma (es decir, un tallo) que se une al resto mediante un conjunto de raíces.

        Para su reproducción utiliza dos sistemas. El más común es el asexual, mediante el cual los rizomas se bifurcan creando nuevos haces y colonizando nuevas zonas. Los rizomas horizontales son los que más se bifurcan, pudiendo crecer entre 3 y 4 centímetros por año. Los rizomas verticales crecen para evitar el enterramiento debido a la acumulación de sedimentos. Por debajo de estos rizomas superficiales existe una capa, denominada mata, formada por raíces y rizomas viejos que agarran de forma eficaz el sustrato. Por esto también la posidonia es considerada una eficaz barrera para evitar la erosión en las playas.

 Frutos de la Posidonia         El sistema sexual de reproducción es menos común, produciéndose de forma muy distanciada en el tiempo, entre 3 y 10 años. En los raros momentos en que se produce, generalmente en otoño, la planta desarrolla un flor del mismo color que la planta. Esto es debido a que no necesita atraer con sus colores a los insectos, ya que la polinización se realiza mediante el transporte del polen por las corrientes marinas. El fruto es de aspecto aceitunado, de color verde oscuro y ha sido llamado desde antiguo como «aceitunas de mar». Este fruto permite a la posidonia conquistar nuevas regiones, basadas en la azarosidad de las corrientes.

La posidonia es un ser vivo extremadamente longevo. Una pradera de posidonia, formada por el mismo individuo (reproducción clonal), puede vivir milenios. Se ha reportado como el ser vivo de mayor tamaño y edad sobre la tierra, puesto que se ha encontrado a un individuo clonal de 8 Km bajo las aguas de las islas baleares, con una edad estimada de unos 100.000 años.

            Posidonia oceanica, al igual que la gran mayoría de plantas terrestres, necesita gran cantidad de luz para desarrollar los procesos fotosintéticos que la alimentan. Esto hace que la localización de la planta se establezca en función de la claridad/profundidad de las aguas. Es decir, en su máxima cota de profundidad (en torno a los 50 metros) es necesario que las aguas sean extremadamente claras, mientras que en cotas inferiores (Posidonia puede habitar casi en superficie) la turbidez puede ser mayor. En definitiva es la cantidad de luz que puede llegar a la planta lo que importa para su desarrollo.

                    Otro elemento a tener en cuenta para la salud de esta planta es que la salinidad de las aguas sea estable, ya que es muy sensible a los cambios de esta.

                      También le afectan muchísimo la existencia de contaminantes o las cotas altas de nutrientes (eutrofización) que terminan por oscurecer las aguas.

                     Como vemos es una planta sumamente delicada, que solo sobrevive en aguas claras, bien oxigenadas y por tanto sanas. Por lo tanto podemos considerarla un bioindicador de la calidad y salud de las aguas. En aquellos lugares en que apreciemos una recesión en la colonia de posidonia podremos entender que hay algún problema (turbidez, contaminantes, eutrofización o problemas de sedimentación) y podremos actuar buscando una solución.

                Por todo lo que hemos dicho hasta ahora podemos deducir la importancia de esta singular planta:

  • Cómo todas las plantas son un enorme productor de oxígeno, absorbiendo también el CO2 en su estructura.
  • Fijan el sustrato mediante sus intrincadas raíces y frenan la velocidad de las corrientes mediante sus hojas, dificultando la erosión y conservando las playas.
  • Aumentan la transparencia de las las aguas, al atrapar nutrientes y sedimentos.
  • Son la base alimenticia del ecosistema costero mediterráneo, alimentando y sirviendo de refugio a gran número de especies. Su presencia aumenta por tanto la biodiversidad de una zona.
  • Son una especie biomarcadora, al ser extremadamente sensible a cambios en la calidad/transparencia del agua.

                Es comprensible por tanto, al tener esta extraordinaria importancia desde un punto de vista económico y ecológico, que la administración decidiera proteger y controlar las praderas de posidonia.

Programa Life+Posidonia: Actuaciones para su Protección

… 

El programa de conservación Life+Posidonia tiene por objetivo precisamente la conservación de esta delicada pradera submarina. En Septiembre de 2010 la Comisión Europea aprobó el Proyecto Life+ «para la conservación de la Posidonia oceánica en el litoral andaluz», bajo el epigrafe LIFE 09 NAT/ES000534. Este proyecto, Life+Posidonia Andalucía, tenía como objetivo los sitios Natura 2000  de la costa andaluza:

Como es de suponer el proyecto Life+Posidonia Andalucía se desarrolla dentro de todo un conjunto de planes de protección europeos para la conservación de esta planta. De hecho, la red española es más extensa cubriendo las siguientes regiones:

  • Cataluña. Iniciada en el año 1994 y contando con 125 voluntarios y 24 estaciones.
  • Comunidad Valenciana:  Iniciada en 2001 y contando con 100 voluntarios y 28 estaciones.
  • Islas Baleares: Iniciada en 2002 y contando con 110 voluntarios y 35 estaciones.
  • Melilla: Con 8 voluntarios
  • Región de Murcia: Iniciada en 2005 y contando con 32 voluntarios y 14 estaciones.

En Andalucía se cuenta con 16 estaciones y un número aproximado de 139 voluntarios (71 en 2012), realizándose los muestreos durante el período otoñal.

Recogida de Datos en la Estación del Islote de San Andrés

                     El día anterior a nuestra inmersión llegamos, ya cayendo la noche, al Camping los Escullos, situado cerca de San José (Almería). Ese era el punto de encuentro designado. Venía con nosotros Ángela «Ellyon», una bióloga Madrileña que había contactado con nosotros a través de HyT para realizar el viaje desde Granada. Venía desde Madrid, así que llevaba unos buenos kilómetros a las espaldas. En el camping, después de localizar el coqueto bungalow que se nos había asignado, nos encontramos con Patricio Peñalver, coordinador de la campaña. Una hora después estábamos sentados en la sala donde se iba a dar el curso formativo sobre Posidonia y donde nos explicarían  toda la rutina de recogida de datos que íbamos a desarrollar al día siguiente. Cuando finalizamos el curso, y tras la cena, nos informaron que nuestro punto de inmersión sería el Islote de San Andrés. Quedamos en el pueblecito de Carboneras a las 11:00 del día siguiente, ya que otro grupo estaría recogiendo muestras en otra zona en el periodo inmediatamente anterior.

              Al día siguiente llegamos pronto al Centro de Buceo Branquias, donde nos recibió Emilio, espíritu impulsor del centro, mostrándonos todos los rincones de su casa. Al poco llegaron Rocio García Muñoz y el Dr. Juan M. Ruiz  (todos le llamaban Juanma allí), del Instituto Español de Oceanografía (IEO), específicamente del Centro Oceanográfico de Murcia. Caray, todo aquello se estaba poniendo de un tinte científico que molaba bastante. Rocio y Juanma coordinan, dentro del IEO, el proyecto POSIMED en el área de Murcia. Aparentemente habían venido  a echar una mano y a colaborar con los buzos andaluces, cosa que siempre viene bien.

                      Avisaron a Emilio de que el primer grupo estaba volviendo ya, por lo que comenzamos a cambiarnos y a cargar los equipos en la furgoneta que nos llevaría hasta el puerto. Cuando llegamos ya estaba allí la embarcación,  por lo que de inmediato empezamos a realizar el cambio de equipos y a subirnos a bordo. Cuando íbamos de camino  al islote, Patricio nos informó de que no íbamos a bucear con nuestras parejas habituales. Debido a que eramos bastante novatos Celia bucearía formando equipo con Juanma y yo con Rocio. Para mi era realmente emocionante estar formando equipo, codo con codo, con un científico.

                  Una vez sobre la posición de la estación de seguimiento, una piqueta clavada en el suelo en unas coordenadas conocidas, descendieron primero dos de los buzos coordinadores para localizar exactamente su ubicación. Mientras, arriba nos terminábamos de equipar con la rutina de siempre y añadiendo esta vez una brújula a nuestra muñeca. Los coordinadores subieron a superficie y nos dieron el Ok, por lo que solo quedaba iniciar un suave descenso hasta el fondo, cubierto de posidonia a unos 12 metros de profundidad.

Momento en el que se procede a asignar los rumbos a cada equipo. Fotografía de Juan M. Ruiz, del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Cedida por el autor para este artículo.

Momento en el que se procede a asignar los rumbos a cada equipo. Fotografía de Juan M. Ruiz, del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Cedida por el autor para este artículo.

                  El primer trabajo a realizar era el establecimiento de los transectos de estudio. Un transecto, en biología, es una linea recta de unas medidas conocidas sobre la que se toman diversas muestras o se realizan conteos de especies. En nuestro caso íbamos  a establecer tres transectos que formaban una «Y» desde la estación de seguimiento,  en base a unos rumbos que nos fueron dados por los coordinadores ya bajo el agua. De este modo, con una larga cinta métrica en una mano y con la vista clavada en mi brújula comencé a marcar la linea de 25 metros sobre las que realizaríamos nuestras mediciones. Debajo de mi, mientras aleteaba en el rumbo marcado, se dibujaban grandes manchas de posidonia junto desalentadoras calvas de arena. Era importante realizar esta primera  apreciación visual ya que nos ayudaría a determinar las zonas de Posidonia donde realizaríamos las mediciones. Una vez llegados a los 25 metros deposité la cinta sobre el fondo y miré hacia atrás. La cinta se perdía hacia atrás, cayendo plácidamente sobre las colonias de Posidonia, dibujando nuestro rumbo de vuelta a la estación de seguimiento.  Rocío estaba cerca de mi así que era el momento de iniciar las mediciones, que consistían en lo siguiente.

Celia trazando rumbo en Posimed

Estableciendo el transecto. Fotografía de Juan M. Ruiz, del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Cedida por el autor para este artículo.

  • Contabilización de la Densidad. Utilizando un cuadrado de 20×20 que depositábamos sobre un punto al azar cercano al transecto, procedíamos a contabilizar todos los haces de posidonia, utilizando el brazo para peinar las hojas y urgando delicadamente con los dedos de la otra mano para sacar uno a uno los haces y proceder a contarlos mentalmente. Una vez contados se anota el valor en la tablilla que llevábamos. Mientras uno de los buzos realizaba este conteo, el otro debía tomar las siguientes tres medidas.

    Celia tomando datos. Fotografía de Juan M. Ruiz, del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Cedida por el autor para este artículo.

  • Longitud del Haz. Cogiendo al azar una de las delgadas hojas procedíamos a extender una pequeña cinta métrica sobre ella para obtener su medida.
  • Nivel de Enterramiento del Haz. Utilizando una pequeña regla rígida nos acercábamos a las raíces de la planta y mirábamos los centímetros de enterramiento  por sedimento o el grado de elevación sobre este sedimento.
  • Conteo de Marcadores Biológicos.  Hay una pequeño grupo de animales de tipo filtrador que ayudan a determinar la salud del agua y por ende de la posidonia. Estos animales eran las Holoturias (Pepinos de mar), los Erizos y los Espirógrafos. Imaginando un cuadrado de las mismas dimensiones que el utilizado para contar los haces se procedía a contar cuantos individuos de estas especies había. Independientemente  y a lo largo de todo el transecto se contabilizaban también todas las nacras vivas localizadas, indicando el punto del transecto donde habían sido localizadas y si estaba a derecha o izquierda de este. Las nacras (Pinna nobilis) son unos moluscos bibalbos de grandes dimensiones, endémicos del mediterráneo y amenazados de extinción, enormemente sensibles a la calidad del agua y por tanto muy vinculados a las praderas de posidonia.

          Una vez realizado el conteo de haces, los papeles se intercambiaban. El buzo que había estado tomando medidas de hojas, de enterramiento y de especies marinas procedía a recontar los haces del mismo cuadrado de 20×20 y el que había estado contando pasaba a tomar las otras mediciones. De esta forma durante toda la inmersión había una actividad frenética. En todo momento se estaba haciendo algo, contando, midiendo, buscando, al tiempo que se controlaba la flotabilidad y otros aspectos rutinarios del buceo. Por eso pienso, personalmente, que tal vez quince inmersiones sean pocas para acceder a este programa de voluntariado.  Constantemente se está muy cerca del fondo, prácticamente con la máscara pegada al sedimento en ocasiones, por lo que el control de flotabilidad y movimientos debe ser exquisito para no dañar el objeto de nuestro estudio.

        Cuando terminamos todos los equipos de realizar los 6 muestreos en el transecto asignado a cada uno finalizamos la inmersión con una fotografía de grupo, portando la bandera Life, y comenzamos el corto ascenso hasta la embarcación. Lo que quedaba ya era el tercer tiempo. Limpiar equipos y, finalmente, comida de grupo, durante la que pasamos a limpio los datos anotados en nuestras tablillas.

             De todo esto sacamos una experiencia extraordinaria. No solo nos ha ayudado a conocer y experimentar otra variedad de buceo, el buceo científico, sino que hemos aprendido sobre la tremenda importancia económica y ecológica de esta planta, aprendiendo a reconocer los factores que deterioran su desarrollo. Por lo tanto es una experiencia más que recomendable para todos los buzos, ya sea por que se encuentren estudiando biología marina o, como era nuestro caso, por que sientan un verdadero interés por el fondo marino y estén interesados en ayudar en la medida de sus posibilidades.

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